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CRÓNICA DE UNA HUIDA DESESPERADA III

CRÓNICA DE UNA HUIDA DESESPERADA III

Crónica de Eltziar. Parte III, año 2.008.

- Nerja -

   Sin darme cuenta me he enfriado, entro andando a Nerja. En la gasolinera, el dependiente me hace pasar a la tienda, lo cual no es normal a estas alturas de la noche. Agradezco el gesto pues el calor del aire acondicionado me anima un poco. Cuando le explico lo que estoy haciendo me cuenta que su padre también tuvo que salir corriendo, por respeto no quiero ahondar en sus pensamientos. Los bares han cerrado, por lo que me tengo que conformar con un batido de chocolate y una pieza de bollería que devoro en el alféifar de la ventana, guardo el resto de la compra en la mochila y calculo mentalmente cuánto me falta hasta el amanecer. Doy las gracias y me despido del amable dependiente

   No corras, deslízate. Me acerco al desvío de las famosas cuevas de Nerja. Para los huídos y perseguidos malagueños, ésta zona oscura como la boca de un lobo que estoy próximo a atravesar fue un cuello de botella. La escena vivida aquí pudo ser aterredora. Abruptos acantilados, barrancos impenetrables, un fondo de mar óptimo para que las embarcaciones bélicas se acercaran sin peligro a encallar a la línea más próxima de tierra y jugaran con ellos al tiro al plato, como los peluches sin alma que se derriban en las casetas de la feria. Inicio el descenso por una zona de caracolillos próxima a los acantilados de Maro, el tráfico circula por la autovía recién inaugurada hace unos meses y esto para mí es un alivio, una preocupación menos. A pesar de usar guantes el frío no me da respiro, el aire y la humedad tampoco ayudan, mi paso es lento, estoy atrapado en mi cansancio, paralizado casi apenas puedo dar un paso; tengo que parar y ponerme el cortavientos, la única prenda que aún mantengo en la mochila. De nuevo me echo algo a la boca, hidratos de carbono, combustible que me saque de ese túnel; recostado en la cuneta resguardado del viento trato de echar una cabezadita. No corras, deslízate.

   Por fin estoy frente al túnel que separa Málaga de Granada, detrás La Herradura, y lo mejor de todo es que podré desayunar algo caliente. El panadero aún no ha repuesto su mercancía y será un café con leche y unas magdalenas . Me conformo, pero internamente suelto una queja y sé que no tengo razón: “Y no encontrarán alimento en los poblados por donde pasan, ni medios de transporte. Tienen que caminar, caminar, mujeres, ancianos y niños…” así lo relata Norman Bethune en sus crónicas de la guerra civil española cuando se refiere a este episodio; y sigue: “tambaleándose, tropezando, abriéndose los pies en los pedernales polvorientos, mientras que los fascistas los bombardean sin piedad desde los aviones y los cañonean desde el mar”.

   De nuevo me echo a la carretera y continuo en ascensión pausada, me siento más animado tras el frugal desayuno. En Almuñecar llamo a mi hermano y a su compañera que me traerán ropa y algo de comida. Descanso mientras tanto en un banco a que ellos lleguen, tras curarme unas pequeñas ampollas desayunamos juntos, nos veremos de nuevo en el siguiente pueblo. Me cuesta entrar en calor, la noche me está pasando factura. Un grupo de ciclistas me jalean, algunos automovilistas me animan con el claxon de sus vehículos, gracias. Me esfuerzo por coger el ritmo de trote. No corras deslízate.


 

1 comentario

runner48 -

Este año lo conseguirás con dos...ánimo