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CRÓNICA DE UNA HUIDA DESESPERADA I

CRÓNICA DE UNA HUIDA DESESPERADA I

 Crónica de Eltziar sobre su experiencia en el  2008. Parte I

 

 

 

 

   Somos corredores, ultra fondistas, nuestro lenguaje es el desplazamiento a través de una sucesión de kilómetros no importa el trazado ya suba o baje, ni el piso ya sea tierra o el duro asfalto, así hablamos, así nos comunicamos, así denunciamos; paso a paso las distancias, a priori imposibles, sucumben a nuestra firme voluntad por recorrerlas a pesar del cansancio y de los fracasos conque a veces se saldan nuestras aventuras.

   Febrero de 1937, una legión de personas anónimas huyen despavoridas lejos del acoso de las tropas nacionalistas que se acercan a Málaga con la promesa del castigo como propaganda previa, la única salida que queda es alcanzar Almería a través de la nacional 340. Durante cuatro días hombres, mujeres, niños y ancianos con sus más imprescindibles pertenencias caminarán asediados por mar, tierra y aire. Exhaustos, muchos alcanzarán el destino, otros no tendrán tanta suerte o las fuerzas les abandonarán por el camino.

   Esta es la idea que subyace en esta aventura, recorrer los más de 200 kilómetros que separan las ciudades de Málaga y Almería rememorando aquellas infaustas fechas de hace ya 71 años.

   - 8 de abril de 2008, 7 de la tarde -

   Dejamos el coche en el parking de la Marina, mi hermano me acompaña hasta las escalinatas del Ayuntamiento malagueño, al salir del aparcamiento, un grupo de rollers hacen con sus monopatines las delicias de los que paran a contemplarlos con sus atrevidas piruetas, la gente pasea de manera animada unos porque han finalizado su jornada de trabajo y se dirigen a casa en busca del merecido descanso, otros porque disfrutan la tarde de ocio cuasi estival que tenemos, la mayoría ajenos a los hechos acaecidos en la ciudad hace 71 años.

   En breve, alcanzamos las escalinatas de la puerta del Ayuntamiento, aquí se inicia esta pequeña aventura, este recuerdo hacia la ciudad olvidada por todos, la primera en el peligro de la libertad, la última en la asistencia y el auxilio. Me despido de mi hermano con el que volveré a encontrarme más adelante, con trote suave me dirijo hacia la salida, buscando la avenida Reding y desde aquí al Paseo Marítimo donde coincido con un grupo de tres corredores que realizan sus deberes de mantenimiento diario, me uno a ellos encabezando el grupo. Nos separamos a la altura del arroyo Jaboneros, ellos se darán la vuelta en cambio a mí me queda una dura jornada.

   En la gasolinera tras el club Náutico del Candado me espera mi hermano, recogeré la mochila y continuaré por el paseo de los Canadienses. Aquí se inicia mi andadura en solitario, mi reflexión sobre la huida que protagonizó una Málaga desesperada y el reto físico que supone realizar dicho recorrido.

- El Paseo de los Canadienses -

   Fue construido hace dos años en homenaje a la ayuda humanitaria prestada por el médico canadiense Norman Bethune al pueblo malagueño, éste héroe apenas conocido pocos años después daría su vida por la causa humanitaria en China. El paseo me recibe en la total oscuridad. Tengo que echar manos del frontal para no torcerme el tobillo en los surcos que las últimas lluvias han originado. Dejando el peñón del Cuervo a mi derecha, al otro lado, la gigantesca cementera, la herida que Málaga sufre en silencio minando la salud del mar cercano y por extensión la de sus vecinos, no descansa.

- Rincón de la Victoria -

   Lo que antaño fuera un encantador pueblo de pescadores, se ha convertido en una extensa avenida estirándose en una sucesión incontable de aceras, bordillos, urbanizaciones, y futuros proyectos urbanísticos anunciados con cartelería monumental que prometiendo el paraíso no hacen sino acabar con él, y lo cubren de cemento, “aquí una vez hubo un mar” podrá leerse en alguna de las placas conmemorativas de algún complejo residencial futuro.

 


 

 

 

 

 

 

 

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